La Virgen de los Milagros
por Salvador Sostres
El amor es una trenza que repara lo que se rompe, pequeñas militancias que explican lo grandioso
Cuando la procesión de Corpus en 1527 pasó por delante de la casa de Juan Medrano, un morisco falsamente convertido, una fuerza invisible la detuvo. La Virgen, entonces llamada de Yanguas por la localidad en que había sido hallada, se inclinó, la puerta del sarraceno se abrió y todo el mundo vio que estaba trabajando en un día tan señalado. El hecho causó tal impresión que Juan y muchos otros se convirtieron al cristianismo y desde entonces se conoce a la Virgen como Virgen de los Milagros.
El padre Carlos le regaló a mi hija una medalla de la Virgen de los Milagros que María inmediatamente se colgó y nunca más se la ha quitado. Nunca es nunca y hay que tener en cuenta lo presumidas que son las chicas a los trece años, y que todo el día se cambian de ropa y pasan horas ante el espejo decidiendo lo que llaman su 'outfit'. Hemos cambiado de vivienda, de sitios, de colores, pero ahí ha estado siempre la Virgen de los Milagros del padre Carlos.
En estos días previos a la Semana Santa, el colegio de María ha organizado un musical de he de decir que de gran calidad, aun sabiendo que los musicales sólo sirven para entretener a dictadores sudamericanos retirados. Las profesoras cuando empezaron los ensayos dijeron que nadie podría salir a escena con colgantes, pendientes o pulseras y María, disfrutando muy especialmente del momento, respondió que de ninguna manera iba a quitarse su Virgen de los Milagros. A su madre y a mí nos advirtió de que no merecía la pena comprar las entradas porque lo más probable es que no la dejaran actuar. Mi mujer insistió en hacerse con ellas, tuvo con la niña conversaciones pero efectivamente el jueves, justo antes de salir al escenario, la maestra le dijo que no bailaría porque no se quitaba la medalla y María le respondió “tú de lejos parecerá que bailas pero sólo estarás dando saltitos por lo que llega a quemar el suelo del infierno”.
La Virgen volvió a inclinarse sobre una puerta cerrada. Contra la norma absurda, el olvidado gesto de los rebeldes. Prohibir la medalla de una Virgen es un linchamiento y más en un colegio católico. El despropósito de la enseñanza es tal que la ética de mínimos es el sabotaje. Caníbales europeos otra vez nos estamos devorando. Hay una musculatura del alma y la personalidad de ir al choque por aquello en lo que crees es la misma de no subir al coche de un amigo que ha bebido.
No sé qué hará María con su vida y puede que el padre Carlos deje algún día de ser cura pero lo que nos define está más al fondo. El amor es una trenza que repara lo que se rompe, pequeñas militancias que explican lo grandioso. Nada muere de demasiado amor. Saber lo que se quiere y no se quita, y cuándo y por qué, es lo más importante que una niña ha de aprender si no quiere que su vientre sea, en lugar de esperanza, emergencia de gran recuento de cadáveres.
Fuente: ABC