La mejor compañía.
José F. Peláez
Tengo a la niña leyendo el reportaje de Juan Fernández-Miranda y de Javier Chicote sobre la serie-bulo de Netflix "Asalto al Banco Central". Lo está leyendo en papel, en la mesa de madera que hay a los pies del retrato de Unamuno que preside el salón. A todos los seres de la estancia nos duele, por lo tanto, España. A mí un poco menos desde que la veo leer con interés la prensa. «Hay esperanza», me digo. Habíamos visto la serie la semana pasada, nos apetecía pasar un rato viendo lo mismo y al mismo tiempo, algo que en otros tiempos era lo más normal del mundo pero que ahora es un acontecimiento. Porque en nuestra casa no se enciende la televisión más que para ver al Pucela, al Madrid y a los toreros sevillanos. Es decir, a los nuestros. No se trata de una promesa ni de una postura radical, simplemente no nos interesa nada más. Así que cuando termina el día nos sentamos en el sofá y yo leo mientras ella ve por quinta vez "Gossip Girl" en la tableta.
La serie de Banco Central es sorprendentemente mala. Pero a ella le gustó. He de decir que la trama conspiranoica me dejó perprejo, absorto y ojiplático, pero tampoco quise dar al tema más importancia, simplemente di por hecho que todo lo que cuentan estaba más o menos probado y basado en alguna nueva prueba y que, simplemente, yo desconocía. Pero al ver el reportaje en el ABC de ayer me di cuenta de que, de nuevo, nos la habían colado.Los que creen que la desinformación no existe simplemente no están en el mundo. Es importante mantener a los chavales alejados del porno, pero muchísimo más importante mantenerlos alejados de Twitter, que es más pernicioso si queremos formar personalidades adultas, serias y buenas. Lo mismo sucede con Netflix. Juntos forman un tándem mortal, que es de la normalización de la mentira. De esas mentiras extraen conclusiones que acaban conviertiéndose en trampolines para decisiones que marcarán su devenir y el de los demás.
En cualquier caso, está leyendo con interés. Le he dicho que ambos son mis amigos y que, si así lo desea, puede ampliar información con ellos personalmente. Me ha preguntado si también conozco a Aitana, pero ese es otro tema. Lo importante es que la he dejado el libro que firman ambos, "El jefe de los espías", acerca de los papeles de Manglano, por si quiere seguir y, de paso, la he mostrado "Objetivo: Democracia", el premio Espasa recién publicado por Juan. Para mi sospresa, también le ha interesado y lleva todo el día preguntándome por el 23-F, por Felipe y por Suárez. Y por ETA, que es un tema mucho más complicado de lo que pensaba. Es difícil explicarles lo que ha sucedido en este país, sus derivadas actuales y, a la vez, educar en la tolerancia y respeto a quienes no piensan como nosotros. Y no me refiero a Bildu sino al PSOE. Es realmente difícil explicar Hipercor, Miguel Ángel Blanco o Fernando Buesa y, a la vez, defender que los votantes de Sánchez no son necesariamente malas personas. Pero ese es el reto. O al menos, el mío.
Este tema me ha dado paso a enseñarle "Borroka", el último libro de A.J.Ussía. «Ahí lo tienes, léete esto antes de que lo pongan en alguna plataforma. Que no tardará.» Y ahí la tengo, informándose sobre los años de plomo y sangre y de la barbarie de ETA a través de otro amigo.
La memoria democrática es una responsabilidad compartida. Si no educamos a los nuestros, alguien lo hará por nosotros. Seguramente Netflix, Twitter o cualquier otro lugar oscuro. Dar a nuestros hijos un libro de Juan, de Chicote o de Ussía es ayudarles activamente para que el día de mañana no sean incultos o sectarios, que es, quizá la forma más grave de indefensión. Darles sus libros es dejar nuestros niños en sus manos durante una temporada. Y, la verdad, no se me ocurre mejor compañía. «Quizás Aitana», me sugiere.
Publicado en el ABC el 17 de noviembre de 2024
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