Dos bocadillos de jamón
Salvador Sostres
Hay que ejercer el alma, tenerla preparada, si no quieres que el día que de verdad vengan a por ti la necesites y no puedas encontrártela
Pido siempre dos bocadillos de jamón para desayunar y los abro y pongo el jamón de ambos en uno de los panes y así puedo tomar sólo un bocadillo pero con una cantidad decente de jamón. Podría pedirlo directamente pero estoy seguro de que nunca tendría un doble de jamón porque la que lo prepara diría «aunque haya pedido doble esto es demasiado, le quito un poco, por su bien, para que no le quede mazacote», y me lo diría haciéndose como la que sabe de estas cosas, y la que vela por mí, y no podría ni enfadarme viendo cómo naufragan ante mí todos mis barcos.
La manera más despreciable de vivir es a la merced del error del contrario. Hay que tomar el mando. Lo más importante cuando te relacionas es prever el error del contrario. El contrario que comete errores que condicionan tu vida y tu ánimo y cuando pides algo al tendero, a un barman o al peluquero has de prever qué es lo que va a entender y afinar tu instrucción para que no halle la muerte o la mutilación en las trincheras enemigas de su incierta comprensión.
Manías, me dicen. Yo pienso que es una actitud ante la vida. Y una actitud que no me haría falta si no estuviera tan arrasado el promedio de la dignidad colectiva. El problema es que la gente se conforma con demasiado pan para tan poco jamón. Y además un jamón espantoso al que tienen la desfachatez de llamar ibérico. Y cuando nadie dice nada y todo el mundo se acostumbra a ser pisoteado, lo justo acaba pareciendo excéntrico, «cosas del raro». Tenemos tanto orgullo y tan poca autoestima, el corazón tan lleno y el alma tan vacía, que sin que nos hayamos dado cuenta el centro se nos ha desplazado al extremo. Hoy lo normal parece una locura. Y si lo piensas bien, para qué tendrían que esforzarse los camareros en ser honestos. Para qué tendrían que daros más jamón si con esta estafa os dais por satisfechos y volvéis al día siguiente. Deseáis que os engañen, que os maltraten. Y no es cuestión de dinero. Desayunar no es cuestión de dinero, y si tan importantes son tus 8-12 euros, que no digo que no lo sean, demuéstralo haciendo algo que mejor que tirarlos para que te humillen con ellos.
Pero tú y yo sabemos que el tema no es el dinero, como el tema del feminismo no es la mujer, ni el tema del ecologismo o del clima no es que altísimas temperaturas o súbitas glaciaciones vayan a matarnos, ni mucho menos el comunismo tiene el propósito de la igualdad. El tema es el poder y el tema es el respeto, la brutalidad de la maquinaria puesta contra tu pequeña, diminuta libertad; y por eso no te estoy hablando de jamón, ni de bares, sino del alma y que de vez en cuando hay que entrenarla aunque sea con ejercicios menores como pedir el desayuno como Dios manda. Hay que ejercer el alma, tenerla preparada, si no quieres que el día que de verdad vengan a por ti la necesites y no puedas encontrártela.
Fuente: ABC