La grandeza de lo pequeño
El curso que ahora empieza, 2022-23, está consagrado en la Unidad al Renacimiento y el humanismo, a través del colegio y su espacio cultural.
Todos tenemos una idea más o menos precisa de que el Renacimiento es un movimiento artístico que, partiendo de Italia, se adueñó del panorama cultural de Europa en las postrimerías de la Edad Media y el inicio de la Edad Moderna. Con el humanismo, en cambio, ocurre lo que con todas aquellas palabras que tienen cierto cariz filosófico: es difícil estar seguro de pisar tierra firme al utilizarlas. El mundo académico se ha puesto tan pedante que ya está casi totalmente desconectado del mundo donde ocurren las cosas, del día a día, de las conversaciones que acompañamos con café.
Y, sin embargo, las cosas se están poniendo tan extrañas que no solo es muy sencillo recordar lo que somos sino que cada vez resulta más urgente hacerlo.
¿Qué tiene para nosotros, qué respuestas nos ofrece el humanismo en 2022?
La generación que está en los colegios es la primera que pasará (mucho) más tiempo de sus vidas mirando una pantalla que el rostro de sus semejantes. En un alarde de optimismo, podemos esperar que sea la última en hacerlo.
Las empresas de tecnología necesitan que las nuevas generaciones sean tan adictas al móvil o más que las anteriores; ese sería un dato propio de la información económica si no fuera porque para conseguirlo les están secuestrando la presencia del otro, la palabra del otro, la mirada del otro.
Siguen existiendo el escuchar, el hablar, el mirar, pero cada vez lo hacemos menos y peor. Y no deberíamos, porque son un arte que requiere pausa, interés y generosidad.
Si queremos volver a poner al ser humano en el centro sería conveniente que comenzáramos por el que tenemos cerca (el prójimo próximo) antes que por los grandes proyectos y las causas lejanas (que también). Es en lo asequible, lo menudo y lo cotidiano donde está el quid de la cuestión. Al fin y al cabo, como dijeron Flaubert y Mies van der Rohe, Dios está en los detalles.
P. S.: La imagen corresponde a La cosecha (1565), de Pieter Brueghel el Viejo. Estamos en tiempo de cosecha, pero para cosechar hay que haber sembrado primero...
Sergio C. Yáñez